lunes, 3 de junio de 2013

capitulo 2

Capitulo 2:
Observando y sustentando nuestras vidas
La sociología nunca termina en nuestras vidas. Este tren consigo formas cambiantes y complejas de interacción entre libertad y dependencia. En algunas instancias gente criada en pequeñas comunidades rurales pueden encontrarse perdida en una ciudad extraña en la que la indiferencia hacia los extranjeros producen sentimientos de desamparo, exacerbados por el volumen del transito, las multitudes que ocurren y la arquitectura.
Estos cambios tienen el potencial de poner en duda e incluso socavar los logros de nuestros modelos de socialización y requerir entonces una reestructuración radical de nuestras acciones y de las normas que orientan nuestra conducta.
Nuestra libertad tampoco es completa nunca. Nuestras acciones presentes están conformadas e incluso forzadas por nuestras acciones pasadas; nos encontramos enfrentados cotidianamente un costo que varia con las circunstancias y mientras miramos buscando nuevas oportunidades y cosas a las que aspiramos la viabilidad y la posibilidad de “recomenzar “se vuelven remotas después de cierta edad.
Podemos decir que la relación entre libertad y dependencia es un indicador de la posición relativa que una persona, o una categoría de personas, ocupa en una sociedad.
Ahora considere que, entre todas las personas que tienen influencia en como usted conduce su vida y en que elecciones puede y no puede hacer, las personas que usted efectivamente conocen son solo una ínfima porción de aquellas, e incluso las que efectivamente encontramos en nuestras vidas se nos aparecen con distintas condiciones.
El contenido de las interacciones que se dan en estos lugares puede ser funcional, por ejemplo, cuando se retira dinero de un banco, se hace una visita al dentista o se compra comida en un negocio.
Las preguntas íntimas están fuera de lugar en tales circunstancias y a menudo se las ve como violaciones injustificada de lo que, en relación con el encuentro, consideramos nuestra privacidad.
Aunque la proximidad conforma un episodio de interacción social, eso no nos dice nada sobre la calidad de la experiencia de interacción social que puedan tener los participantes.
Dejando de lado a los que son nuestros contemporáneos, hay otros que caen dentro de nuestros mapas metales como predecesores y sucesores.
Nuestra comunicación con ellos es unilateral e incompleta.
Podemos proyectar futuros imaginarios, pero no podemos “conocerlos”. Sin embrago, no es raro que el científico de nuestros días se sienta motivado por el genero de la ciencia ficción y por la posibilidad de acciones contemporáneas que imaginen las posibilidades que abriga el futuro.
Nuestra capacidad para hacer distinciones y divisiones en el mundo también incluye la que hay entre “nuestro” y “ellos”.
A veces en sociología la distinción entre “nosotros” y “ellos” se presenta como una distinción entre grupos de pertenencia y grupos de no-pertenencia.
Sedimentan, por así decir, en nuestro mapa del mundo en los dos polos de una relación antagónica y esto hace que ambos grupos sean “reales” para sus miembros respectivos y proporciona la unidad y coherencia interna que se imagina que poseen.
La disposición a cooperar dentro de los límites del grupo requiere del rechazo a cooperar con el adversario como apoyo. Es como si necesitáramos del miedo a lo salvaje para sentir seguridad. Los que podría llamarse, seguimiento al sociólogo francés Emile Durkheim, una “comunidad” o “vinculo común”.
La ayuda mutua, la protección y la amistad, por lo tanto, se convierten en las reglas imaginarias de la vida en el grupo de pertenencia, todas las cuales hacen percibir las relaciones dentro de ese contexto como cálidas emocionalmente, imbuidas de simpatía mutua y capaces de inspirar lealtad, tal como nos hacen percibir la determinación requerida para la defensa de los intereses del grupo.
Aunque a menudo los imaginamos como si fuesen pequeños grupos íntimos con los que sentimos familiaridad, se trata en realidad de comunidades imaginarias. Mientras a menudo se caracterizan por compartir lenguas y costumbres, también están divididos en sus creencias y sus prácticas.
El proceso de purificación requiere de un disciplinado y habilidoso cuerpo de activista cuyas prácticas agreguen plausibilidad a la imaginaria unidad de intereses y creencias.
El prejuicio –como el rechazo a admitir virtud alguna que los enemigos puedan poseer o la tendencia a magnificar sus vicios reales e imaginarios- nos impide aceptar que sus intenciones puedan ser honestas. El prejuicio también se manifiesta en los estándares de doble moral.
La predisposición al prejuicio no se distribuye uniformemente. Puede manifestarse en actitudes y acciones racistas o, de una manera más general, en xenofobia como odio a todo lo “foráneo”.
El resultado puede inducir sentimientos de perdida de control de la situación y entonces el cambio puede causar resentimiento y/o ser resistido.
El resultado de estas transformaciones de las condiciones sociales puede ser la necesidad de defender “los viejos modos” contra los recién llegados que representan los “nuevos modos” y se vuelven entonces sujetos de resentimientos.
La compleja relación entre los establecidos y los que vienen de afuera sirve muy bien para explicar una amplia variedad de conflictos entre los grupos de pertenencia y los grupos de no pertenencia.


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